Psalm 63:1-8(9-11), 98 • 103
Amos 9:11-15 ❖ 1 Cor. 13:7 ❖ Luke 1:37-38, 52-53
As we enter into the season of Advent, a time of preparation and waiting, our hearts are filled with both expectation and hope. Hope for the coming of our Savior on Christmas day. Hope for the promise of new life and renewal.
This Advent, we look to Mary as a model of courageous hope and radical trust in God. Despite the uncertainty surrounding her pregnancy, Mary’s faith remained unshaken as she uttered her brave words to the angel Gabriel, “Let it be with me according to your word” (Luke 1:38). Though the road ahead was unknown, Mary clung to the promise that nothing is impossible with God (Luke 1:37). In her Song of Mary, the Magnificat, she proclaimed the greatness of the Lord who “has lifted up the humble” and “filled the hungry with good things” (Luke 1:52-53).
Like Mary, we fix our eyes upon the hope found in our God of miracles. Despite the night that surrounds us, we know that the light of Christ will prevail. God’s power exceeds anything we could ask or imagine. As we wait expectantly for the celebration of Christ’s birth, we wait with an attitude of trust, knowing that God is able to do far more than we could ever dream. Our hope is found in community, in walking this journey of Advent together. We are called into a season of creating church communities that value accessibility, inclusivity, and safety.
The Holy Spirit guides us as we create more inclusive communities and spaces through humility and compassion. We must cling to the hope that change is possible when we rely on God’s strength.
Our hope is found in love. Though conflict surrounds us, love bears all things, believes all things, hopes all things, endures all things. (1 Corinthians 13:7). As we make room for God’s love to soften our hearts, we, in turn, can extend grace to others.
During this Advent season, may hope arise as we fix our eyes on the miracles of Jesus. May we walk in courageous hope together like Mary, led by the Holy Spirit. And may we allow God’s perfect love to cast out all fear, shining brightly into the deep night.
This will be a sign for you: Hope.
Al entrar en la época de Adviento, un tiempo de preparación y espera, nuestros corazones se llenan tanto de expectación como de esperanza. Esperanza por la venida de nuestro Salvador el día de Navidad. Esperanza por la promesa de nueva vida y renovación.
En este Adviento, vemos a María como modelo de esperanza valiente y confianza radical en Dios. A pesar de la incertidumbre que rodeaba su embarazo, la fé de María permaneció inquebrantable cuando pronunció sus valientes palabras al ángel Gabriel: “Hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1:38). Aunque desconocía el camino a seguir, María se aferró a la promesa de que nada es imposible para Dios (Lucas 1:37). En el Canto de María, el Magnificat, proclamó la grandeza del Señor que “enalteció a los humildes” y “colmó de bienes a los hambrientos” (Lucas 1, 52-53).
Como María, fijamos nuestra mirada en la esperanza que se encuentra en nuestro Dios de los milagros. A pesar de la noche que nos rodea, sabemos que la luz de Cristo prevalecerá. El poder de Dios excede cualquier cosa que podamos pedir o imaginar. Mientras esperamos expectantes la celebración del nacimiento de Cristo, aguardamos con una actitud de confianza, sabiendo que Dios es capaz de hacer mucho más de lo que jamás podríamos soñar.
Nuestra esperanza se encuentra en la comunidad, en caminar juntos este camino de Adviento. Estamos llamados a una temporada de creación de comunidades eclesiales que valoren la accesibilidad, la inclusión y la seguridad.
El Espíritu Santo nos guía mientras creamos comunidades y espacios más inclusivos a través de la humildad y la compasión. Debemos aferrarnos a la esperanza de que el cambio es posible cuando confiamos en la fuerza de Dios.
Nuestra esperanza se encuentra en el amor. Aunque el conflicto nos rodea, el amor todo lo soporta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo sobrelleva (1 Corintios 13:7). Al dejar espacio para que el amor de Dios ablande nuestros corazones, nosotros, a su vez, podemos extender gracia a los demás.
Durante este tiempo de Adviento, que surja la esperanza al fijar nuestros ojos en los milagros de Jesús. Que caminemos juntos en esperanza valiente como María, guiados por el Espíritu Santo. Y que permitamos que el amor perfecto de Dios expulse todo temor, brillando intensamente en la noche profunda.
Esto será una señal para vosotros: Esperanza.