Psalm 1, 2, 3 • 4, 7
Isa. 1:10-20 ❖ 1 Thess. 2:1-12 ❖ Luke 20:1-8
“Learn to do good: seek justice, rescue the oppressed, defend the orphan, plead for the widow.” Isaiah 1: 17 NRSV
At this time of Advent I recall the many ways I was taught to “do good” by my parents, Jesús and Simona.
My father was a fabulous storyteller. When we were younger, after dinner, he would sit on the floor of the kitchen with my younger siblings and me seated all around him. He would entertain us with stories of his childhood but also would recount bible stories and moralejas (morality stories). The moralejas were some of our favorites. Through them we learned about right and wrong, obedience to authority and about doing the right thing. My father also taught us about prayer. Every day when he came home, he would sit in his truck, no matter how hot or cold it was outside, as he said his evening prayers. He never imposed it on us, but we saw his devotion.
My mother was orphaned by the time she was 10 and she never forgot what it was like to go from house to house as different sisters-in-law raised her. Our home was a refuge for strangers and family alike. My mother encountered a young girl on the road crying, who had been physically abused by her stepmother, and she ended up living with us for a while. Over the years, some cousins came to stay with us too because they lost their parents. Caring for the less fortunate, calling out injustices and standing up for others was not something we were taught with words – rather we learned by my mother’s example.
O God, may families learn to do good, as they await the coming of the best “do-gooder”, Jesus your son. Amen.
“Aprendan a hacer el bien, busquen el derecho, reprendan al opresor, defiendan al huérfano, amparen a la viuda.” Isaías 1: 17
En este tiempo de Adviento, recuerdo las muchas formas en que mis padres, Jesús y Simona, me enseñaron a “hacer el bien”.
Mi papá era un narrador de historias maravilloso. Cuando éramos más jóvenes, después de la cena, se sentaba en el suelo de la cocina y mis hermanos menores y yo nos reuníamos a su alrededor. Nos deleitaba con relatos de su infancia, pero también nos contaba historias bíblicas y moralejas. Las moralejas eran algunas de nuestras favoritas. A través de esas historias, aprendimos sobre el bien y el mal, la obediencia a la autoridad y la importancia de hacer lo correcto. Papá también nos enseñó sobre la oración. Cada día, al llegar a casa, se sentaba en su camión para decir sus oraciones vespertinas, sin importar cuán caluroso o frío estuviera afuera. Nunca nos lo impuso, pero fuimos testigos de su devoción.
Mi mamá quedó huérfana a los diez años y nunca olvidó lo que significaba ir de casa en casa mientras diferentes cuñadas la criaban. Nuestro hogar se convirtió en un refugio tanto para extraños como para familiares. Un día, Mamá encontró en el camino a una joven llorando; había sido maltratada físicamente por su madrastra y terminó viviendo con nosotros por un tiempo. Con los años, algunos primos que habían perdido a sus padres también vinieron a vivir con nosotros. Cuidar de los menos afortunados, denunciar las injusticias y defender a otros no era algo que nos enseñaran con palabras; lo aprendimos siguiendo el ejemplo de Mamá.
Oh, Dios, que las familias aprendan a hacer el bien mientras esperan la venida del mayor bienhechor, Jesús, tu Hijo. Amén.
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