Psalm 23, 121 • 27
Job 42:1-6 ❖ 1 Peter 1:3-9 ❖ John 14:1-7
There is something endearing about the image of Jesus preparing a place for each of us in God’s house (John 14:2). In my mind, the room he prepares for me—can that be true?—is bathed in a warm glow. He busies himself with a small, winsome jar of gar- den flowers. He knows I love warm light and small jars of flowers.
Making a place for a guest is an intimate thing to do. We are reminded of this especially at the holidays, as we anticipate our visitors’ delights. We might place Aunt Irene’s favorite lotion on the vanity, or twist twinkle-lights on the curtain rod in the cousins’ room, or hang an extra stocking for the friend of a young-adult child. We might dig out the recipe we know reminds Dad of Mom.
We might do these things with joy, or half-heartedly, or not at all. (Hosting is only one of the love lan- guages!) But simply imagining the effort involved helps us grasp Jesus’ words: He works on our behalf. He exerts energy to craft a place just for us—a place where only we fit. Such places don’t drift magically into being in some vague quadrant of eternity. They are particular, and they are made, with labor and love, by him who became like us. The idea of Jesus fussing with sprigs of dianthus and rosemary moves me. I turn toward his house, toting the fruit loaf I know he likes.
Help us, loving Lord, to meet you in the places you make for us. Help us to practice making such places for others. Amen.
Hay algo entrañable en la imagen de Jesús preparando un lugar para cada uno de nosotros en la casa de Dios (Juan 14:2). En mi mente, la habitación que me prepara (¿puede ser cierto?) está bañada por un cálido resplandor. Se esmera con un pequeño y atractivo frasco de flores de jardín. Él sabe que me encanta la luz cálida y los pequeños frascos de flores.
Hacer un lugar para un invitado es algo íntimo. Esto nos lo recordamos especialmente durante las vacaciones, ya que anticipamos los deleites de nuestros visitantes. Podríamos colocar la crema favorita de la tía Irene en el tocador, encender luces parpadeantes en la barra de la cortina de la habitación de los primos o colgar una bota adicional para el amigo de un hijo joven. Podríamos descubrir la receta que sabemos que hace a papá recordar a mamá.
Podríamos hacer estas cosas con alegría, a medias o nada en absoluto. (¡Ser anfitrión es sólo uno de los lenguajes del amor!) Pero simplemente imaginar el esfuerzo involucrado nos ayuda a comprender las palabras de Jesús: Él trabaja en nuestro nombre. Él ejerce energía para crear un lugar sólo para nosotros, un lugar donde sólo nosotros encajamos. Estos lugares no surgen mágicamente en algún vagon cuadrante de la eternidad. Son particulares y están hechos, con trabajo y amor, por aquel que se hizo como nosotros. La idea de Jesús jugueteando con ramitas de clavel y romero me conmueve. Me remonto hacia su casa, cargando el pan de frutas que sé que le gusta.
Ayúdanos, amoroso Señor, a encontrarnos contigo en los lugares que tú preparas para nosotros. Ayúdanos a practicar cómo preparar esos lugares para los demás.
Listen to Claire read their Advent meditation and prayer in English:
Escuche a Claire leer su meditación y oración de Adviento en inglés: